Cuzco: desde Cuzco (Cusco), el tren se dirige hacia el sureste, siguiendo el río Huatanay a través de campos verdes salpicados de sauces y eucaliptos, y pasando por comunidades periféricas reunidas alrededor de iglesias coloniales.
A 25 km de Cuzco: el tren pasa por Oropesa, una comunidad de crecimiento temprano cuyas cuarenta y siete panaderías le han proporcionado a Cuzco (Cusco) su pan de cada día durante generaciones.
32 km – antes de llegar al lago Muina, el tren gira a la izquierda, cruzando la carretera del valle, para unirse al río Vilcanota en Huambutio, ya que se sumerge bruscamente en su garganta antes de ensancharse en el gran cañón de Urubamba.
40 km – en Rumicolca, estamos cerca de la gran puerta de piedra del mismo nombre que, para los incas, custodiaba silenciosamente la aproximación sur a Cuzco (Cusco). Para la cultura Wari mucho más temprana, sirvió como un acueducto, canalizando el agua desde la pintoresca Laguna de Lucre hasta su ciudad amurallada en Pikillacta.
45 Km: la iglesia de Andahuaylillas es una de las joyas de la corona colonial de Cuzco y cuenta con una magnífica serie de murales y magníficas pinturas de la época colonial, todo sobre diversos temas religiosos.
59 km – en Urcos se encuentra el lago que da nombre al pueblo. Urcos es un lugar popular para los fines de semana de Cuzco (Cusco) y, como sugiere la leyenda local, el depósito de oro inca escondido allí para siempre por los jefes locales, ansiosos por evitar que los españoles derritan sus objetos sagrados.
80 km: las dos aldeas de Cusipata y Checacupe (a 99 km) esconden tesoros inesperados de origen precolombino y colonial, desde finos restos incas y preincaicos, hasta otra iglesia del siglo XVII decorada con ornamentos.
120 km – en Raqchi, justo antes de la estación de trenes de San Pedro, los restos del gran templo de Viracocha, el dios creador, se pueden ver a la izquierda del tren. Raqchi ha sido descrito por John Hemming como «probablemente el edificio con techo más grande jamás construido por los incas». Diecisiete kilómetros más allá de San Pedro, el tren se detiene en Sicuani, una bulliciosa isla de comercio en medio de un paisaje árido. Las mujeres aymaras transportan sus productos por esta importante ciudad comercial en triciclos de taxis ágilmente con chofer, o se sientan impasibles ante sus mercancías esperando a un comprador.
186 km – en Marangani, donde una casa señorial de estilo inglés construida en el siglo pasado todavía alberga a los descendientes de los barones de lana que establecieron la única fábrica textil de la región allí hace más de cien años, las fértiles colinas de Cuzco dan paso a la llanura alta conocida como el Altiplano.
El tren continúa subiendo otros 27 km, pasando los baños termales en Aguas Calientes hasta La Raya, a 210 km de Puno. A 4.321 metros sobre el nivel del mar, este es el punto más alto del viaje, un lugar frío y remoto cuyos picos cubiertos de nieve a menudo están cubiertos de niebla o lluvia fina, y cuyo misterioso silencio es atribuible al menos en parte a los tímpanos bloqueados por el mareo. altitud. Al cruzar esta gran cuenca hidrográfica, el tren viaja a través de un mar de pastizales gruesos aparentemente interminables a través de aldeas perdidas en el tiempo para todos excepto la compañía Coca Cola y las cervecerías locales.
281 km: el tren llega a Juliaca, una ciudad comercial de alrededor de 150,000 habitantes, cuya rampante compra y venta parece a veces derramarse virtualmente en las vías y obligar al tren a abrirse paso a través de sus puestos.
Juliaca es la última parada en este viaje a través de la cultura andina de las tierras altas antes de llegar a Puno (3,855 metros), una ciudad universitaria en expansión y de techo bajo que se extiende alrededor de una austera catedral que, desde su fundación en 1668, ha fortalecido su tenue control sobre las costas. del lago Titicaca escalando gradualmente las colinas circundantes.
